En octubre de 1986, La Vanguardia hizo una oferta que Batalla no podía rechazar: la corresponsalía en Londres. Dejó la subdirección del diario más influyente del momento y envió su primera crónica desde Londres el 25 de octubre de ese año: la ruptura de relaciones diplomáticas del Reino Unido con Siria. Ese mismo día se anunciaba en el periódico su nombramiento como corresponsal.
«Xavier Batalla tuvo muchas dudas, muchos, antes de tomar la decisión de aceptar la propuesta de La Vanguardia de cubrir su corresponsalía en Londres. Era muy consciente de lo que ganaba y lo que podía perder. Tenía claro que El País era un periódico profesionalmente más atractivo y conocía las limitaciones de La Vanguardia. Pero sabía que en la situación concreta de ese momento le sería muy difícil conseguir una posición similar a El País si no pasaba por una previa mayor integración en el núcleo de Madrid. Y Batalla no quería perder la conexión con Barcelona.
Londres le apasionaba y, aún más, el mundo informativo británico. Se planteó desde el primer momento ejercer de corresponsal como él creía que debía hacer, es decir, consiguiendo un acceso a fuentes directas y evitando la fórmula bastante tradicional y bastante común del periodista que desde casa y en pijama se limita a alimentarse cómodamente de la inmensa fuente que en Londres suponen los periódicos, las televisiones y las radios.
En consecuencia, estableció unos contactos estables con el Foreign Office, se impuso seguir todas las conferencias de prensa, conectó con periodistas destacados y estableció unas relaciones operativas con sus compañeros de El País, con los portavoces de la embajada española (Miguel De Santiago) y con personas clave de los think tanks y royal societies. Su preocupación era situarse al mismo nivel de información que cualquier periodista británico.“(Xavier Roig)
Eran épocas en que no había Internet, ni teléfonos móviles ni, recién llegado, prácticamente ni teléfono fijo. Las crónicas se enviaban desde un enorme y primitivo ordenador Olivetti conectado por vía telefónica con el sistema de La Vanguardia y que cargó personalmente desde Barcelona causando algunos problemas en la aduana británica.
No había whats app, ni tablets ni nada parecido. El avance más destacado era el teletexto. Todo debía cubrirse en persona: los briefings del Foreing Office, los acontecimientos del Ulster, la explosión de una tubería de gas en Escocia, el hundimiento de un ferry en el canal de la Mancha, entre muchas otras historias. Tenía que estar pendiente de los informativos de la BBC, del teletexto, de las agencias de noticias, de la radio, los periódicos locales, de la calle.
Para él, no existían ni los fines de semana ni los días de fiesta ni actividad que la impidiera seguir cualquier posible noticia, estando siempre de guardia. A menudo enviaba las crónicas por teléfono, dictándolas desde una cabina telefónica.
La corresponsalía ocupaba un diminuto despacho en un viejo edificio de Bouverie Street, una travesía de la mítica Fleet Street donde aún mantenían su sede algunos de los grandes rotativos de Londres. El edificio estaba ocupado por agencias informativas y varios corresponsales de otros diarios de diferentes países. Fue derribado en 1988 ya partir de ese momento tuvo que transmitir las crónicas desde su domicilio.
Durante su etapa como corresponsal cubrió temas muy diversos. Fueron los últimos años de Margaret Thatcher, primera ministra del Reino Unido desde 1979 hasta 1990, año en que renunció al cargo y al liderazgo del partido conservador a raíz de una crisis dentro de su propio partido por su creciente impopularidad en Debido a sus políticas de privatizaciones y la discrepancia con algunos de sus correligionarios respecto a la Comunidad Europea. Finalmente, Thatcher fue sustituida por John Major.
El conflicto de Irlanda del Norte estaba aún candente y se produjeron acontecimientos de gran importancia, como el tiroteo que se produjo en el cementerio de Milltown, en marzo de 1988, durante el entierro de tres miembros del IRA asesinados en Gibraltar, que Xavier pudo cubrir in situ. Dos días más tarde, dos soldados británicos de paisano fueron linchados por la multitud al encontrarse en medio de la comitiva fúnebre por un miembro del IRA que resultó muerto en el tiroteo del cementerio.
Durante su corresponsalía en Londres, también pudo realizar numerosos viajes a países miembros o ex miembros de la Commonwealth como Pakistán, India, Irlanda, Sudáfrica o Zimbabwe.
Su sucesor, Roger Jiménez dijo de él:
«La muerte de las personas con las que hemos tenido una estrecha relación es mucho más real, más palpable y también más dolorosa que la propia. Xavier Batalla deja un vacío afectivo insustituible y un legado importante en el periodismo, que ejerció y enseñó con autoridad y maestría. Hace más de veinte y cinco años me correspondió tratar con él su incorporación a La Vanguardia como corresponsal en Londres donde, cosas de la vida, le sustituyó en 1989. Recuerdo como si fuera ahora las largas charlas que tuvimos sobre el país y sus gentes, los centros vitales, las fuentes informativas, los colegas locales, los libros y las publicaciones periódicas que me recomendó con una elección selectiva y rigurosa. Xavier me presentó los responsables de organismos públicos y privados, los principales medios de comunicación, los portavoces políticos, representantes diplomáticos … Incluso asistimos a una sesión parlamentaria (eran tiempos de teléfono fijo, de transportes públicos, de muchas tarjetas de visita y de mucho caminar por interminables calles de Londres sin Internet ni móviles, que vendrían después). También viajamos a Escocia y la república de Irlanda y en Belfast en unos momentos de gran tensión, con las tropas inglesas patrullando por Falls Road, donde visitamos la sede del Sinn Fein, brazo político del IRA.
No eran sólo visitas de cortesía. Había que tomar conciencia de la situación con información de primera mano, así como interpretaciones válidas. Por encima de todo, me repetía mi compañero y cicerone, debe dedicarse mucha atención a la sociedad, a cómo vive la gente normal y corriente porque es la clave para entender un país. Aquello me enseñó la diferencia entre seguir los acontecimientos desde la mesa de la oficina y el lugar donde se producen. Xavier Batalla tenía muy claro que el periodista no es un agente pasivo que observa la realidad y la comunica, que no debe limitarse a ser una polea de transmisión entre las fuentes y los lectores, sino una voz que ayuda a pensar la realidad , reconocer las emociones y las tensiones secretas de esta realidad, entender el porqué, el para qué y el cómo de las cosas con el deslumbramiento de quien las ve por primera vez. Era un gran analista y una excelente persona, todo un gentleman que, me gusta pensar, descansa y observa ahora un mundo que está más allá de la tumba «.1
[1] Roger Jiménez, “Xavier Batalla, lliçons d’un gran periodista”, Catalunya Oberta ,18 de diciembre de 2012.