(…) “Los padres fundadores no dieron vida a una criatura perfecta, pero su pretensión de crear un sistema de gobierno europeo sólo puede ser contemplado como un monstruo por los euroescépticos que consideran que el objetivo es un superestado capaz de engullir a sus miembros. La UE, sin embargo, no es un Estado y probablemente no lo será nunca. Es cierto que tiene competencias supranacionales, ha aprobado tratados y se ha dado leyes que están por encimas de las leyes nacionales. Es decir, parece actuar como si fuera un Estado federal. Pero no lo es. La Unión Europea es un fenómeno supranacional y, al mismo tiempo, también es una experiencia intergubernamental. (…)
Pero las visiones de Europa son muy divergentes. En un extremo los entusiastas, abogados del sueño de Víctor Hugo sobre unos Estados Unidos de Europa, son partidarios de un Estado federal capaz de convertirse, dados sus recursos, población y territorio, en una superpotencia. En el extremo opuesto están los partidarios de que Europa sea poco más que un mercado común, como pretenden los euroescépticos. Entre estos dos polos caben
todos los pragmatismos.”
(Una Europa, muchas dudas. Vanguardia Dossier, Abril/Junio 2003)