Argelia o Sudáfrica
XAVIER BATALLA
DOMINGO, 13 JUNIO 2004
No resulta fácil descifrar las auténticas intenciones de Ariel Sharon, primer ministro de Israel, cuando, a empellones, trata de sacar adelante su plan para retirarse de Gaza. La idea la lanzó el pasado febrero, y desde entonces su propuesta ha sido recibida de manera desigual, aunque los dirigentes del G-8 han expresado esta semana su apoyo. ¿Quién, en su sano juicio, no va a estar de acuerdo con la evacuación de los asentamientos de colonos judíos en los territorios ocupados? Las opiniones, sin embargo, están divididas: por una parte, los que consideran la iniciativa una artimaña, por cuanto lo que pretende Sharon es no desprenderse ni de un palmo territorio; por otra, los convencidos de que la propuesta es más que un ejercicio de relaciones públicas.
La idea de que todo se trata de una argucia para mejorar la imagen de Sharon es difícil de digerir, entre otras cosas porque la empresa sería prácticamente imposible, pese a los denodados esfuerzos de sus nada desinteresados propagandistas. Pero, si no se trata de una estratagema, ¿por qué, entonces, la retirada de Gaza? Sharon sabe lo que se está jugando, y si no, que se lo pregunten a los políticos ultras, creyentes o descreídos, que la prensa sitúa normalmente a su derecha.
La clave está en la demografía. Los laboristas llevan años advirtiendo de que si los territorios ocupados no fueran devueltos, total o parcialmente, Israel tendría que hacer frente en el futuro a dos posibles escenarios: o habría que dar derechos políticos (el voto) a los palestinos que viven en Cisjordania y Gaza o habría que negárselos. Si sucediera lo primero, Israel, entonces con un 40 % de árabes, ya no sería el Israel hebreo, sino el Ulster de los años setenta, un país con dos comunidades enfrentadas. Pero si fuera lo segundo, el resultado ya no sería el sueño sionista, sino la Sudáfrica del apartheid. En 1990, los colonos judíos en Cisjordania eran unos 140.000; ahora, después de la declaración de Washington, que propuso el intercambio de territorios por paz, son unos 400.000 si se incluye el área de Jerusalén.
La derecha israelí ha llegado ahora a la misma conclusión que los laboristas, después de empeñarse durante años en que sería posible tenerlo todo: paz y territorios. La demografía árabe ha hecho cambiar el parecer de al menos parte de este sector, como sería el caso de algunos dirigentes palestinos, que si hasta ahora apostaban por el modelo argelino (el terrorismo), ahora, con Hamas diezmado, sopesan las ventajas del modelo sudafricano (un hombre, un voto). En quince años los palestinos pueden ser mayoritarios entre el río Jordán y el Mediterráneo, región que incluye Israel, Cisjordania y Gaza. Y en este contexto, el anuncio de la retirada de Gaza (1,3 millones de palestinos y 7.500 colonos judíos) se interpreta de distintas maneras. Primero, dicen los amigos de Sharon, se trata de una oferta realista, ya que es mejor para los palestinos que los israelíes se retiren de Gaza que no se retiren de ningún sitio. Segundo, los escépticos la contemplan como un truco que, a cambio del aparente sacrificio, blindaría los asentamientos de Cisjordania, que son la clave. Y tercero, están los que, como David Landau, editor del diario liberal Haaretz, mantienen que Sharon, obsesionado por no pasar a la historia como el líder que desnaturalizó el Estado hebreo, ha optado por ceder Gaza para comprar otros cincuenta años. El tiempo, sin embargo, no siempre lo cura todo.
Artículo completo: LVG20040613 Argelia o Sudáfrica