XAVIER BATALLA
SÁBADO, 11 JULIO 2009
LA NUEVA AGENDA
El bar Rendezvous del hotel Intercontinental de Tashkent, capital de Uzbekistán, es un interesante lugar de encuentro para todo tipo de extraños viajeros por Asia Central. Allí se suceden fabricantes de automóviles coreanos, suizos con tecnología para la industria del algodón (esencial para la economía uzbeka), israelíes que ofrecen remedio a la falta de agua para la agricultura, e incluso vendedores de tabaco que, ante la ausencia de una dura legislación local, ven en el mercado uzbeko un negocio atractivo. Miguel Ángel Moratinos, ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación español, se hospedó hace una semana en este hotel de Tashkent acompañado de una delegación de empresarios y del puñado de periodistas que cubríamos la gira que también le llevó a Kazajistán y Turkmenistán.
A principios del siglo XX, un geógrafo británico, Halford MacKinder, sorprendió a los londinenses con un discurso en el que afirmó que Asia Central había sido y siempre será la región más importante del mundo. “Es el pivote geográfico de la historia”, dijo. Y añadió: quien controle Asia Central controlará la masa continental euroasiática,y quien controle Euroasia controlará el mundo. Hoy en día, Bujara, en Uzbekistán, sigue siendo una prueba maravillosa de la riqueza material e intelectual que aportó la ruta de la seda, pero el mundo ha cambiado, aunque Asia Central, ahora por su gas natural, aún es un agujero negro estratégico, pese a que no tiene salida al mar, lo que beneficia a Rusia.
Las cinco repúblicas ex soviéticas (Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kirguistán) constituyen una gigantesca región de desiertos y montañas tres veces mayor que Europa occidental, con Rusia por el norte, Tíbet por el este, Afganistán por el sur y el mar Caspio por el oeste. Este inmenso espacio está encerrado entre cinco viejos imperios (otomano, chino, persa, indio y ruso) con intereses contradictorios. Todas las repúblicas, exceptuando Tayikistán, hablan lenguas turcas. En Tayikistán se habla persa, lo que da pie a Irán. China, como ahora demuestra la convulsa provincia de Xinjiang, no duerme tranquila con su minoría musulmana. Y Rusia ha regresado a la región que hasta las independencias de 1991 formó parte de la Unión Soviética.
En Asia Central, de mayoría musulmana, se han registrado, desde su independencia, dos aparentes milagros: uno económico y otro político. El económico se debe a la explotación del gas natural y el petróleo; el político, al hecho de que las ex repúblicas soviéticas no son exactamente eso, sino el último lugar donde el sistema soviético persiste, ahora bajo la bandera nacionalista. En Kazajistán manda Nursultan Nazarbayev, ex comunista que no ha sufrido una mala jornada electoral en su dilatada vida política. En Uzbekistán, con Islam Karimov, pasa tres cuartos de lo mismo. Y en Turkmenistán, el régimen más cerrado, el sucesor de Niyazov, padre de los turcomanos, ha introducido algunos cambios, como denominar abril al mes de abril (antes, Gurbansoltan, en recuerdo de la madre de Niyazov), pero mantiene las estatuas doradas de Niyazov mientras reconstruye Asjabad, la capital, según el diseño propio de un megalómano.
Astaná, capital de Kazajistán, es una ciudad artificial, hecha con petrodólares y una estética de parque temático. Es el centro de un país de mayoría musulmana donde nadie llama a la oración y cuesta dar con una mezquita. Tashkent es distinta, pero Uzbekistán está cortado por el mismo patrón soviético. En un encuentro casual, un profesor español que imparte clases de derecho en una universidad inglesa en Tashkent resumió así a este corresponsal la situación: “La asignatura de derechos humanos ha sido eliminada este curso”.Yañadió: “Vuelven a mandar los rusos, que compran el gas uzbeko; los uzbekos viven de las remesas de los emigrantes, los esclavos negros, en Mosc úy Siberia”.
Asia Central también es interesante para el realismo occidental, que considera que no dan derechos. “Aquí, para hacer negocios, hay que tener la luz verde del régimen”, dijo un empresario español. Otro empresario, representante de una compañía de tecnología de comunicaciones, se lamentó ante Moratinos, en una conversación en el bar Rendezvous, de la competencia desleal de una empresa estadounidense que cuenta con la bendición del régimen uzbeko. Moratinos escuchó y no dijo nada. Pero, a la mañana siguiente, expuso directamente la queja ante el primer ministro de Uzbekistán y pidió, ante la satisfacción del empresario, que las concesiones se decidan en concurso público.
Artículo completo:LVG20090711-Gas sin derechos (N.A.)