XAVIER BATALLA
MARTES, 24 ABRIL 2007
El historiador Alexander Yanov mantiene que la historia rusa es cíclica. Es decir, que a una etapa de un signo le sigue otra de color contrario. Fue el caso de Nicolás I y de Leonid Brezhnev. El zar blanco se hundió en la guerra expansionista de Crimea. Y el zar rojo que sucedió a Jruschov se dejó las cejas, que tenía bien pobladas, en Afganistán. Pero los dos autócratas también se parecen porque dieron paso a reformistas: Nicolás I, a Alejandro II, que liberó a los siervos, y Brezhnev, a Gorbachov, que no quiso, o no supo, ser zar. Boris Yeltsin, que sucedió a Gorbachov, enterró la Unión Soviética pero también mejoró el Chicago de Al Capone.
A Yeltsin, los occidentales más entusiastas del derribo incontrolado del edificio soviético le rieron todas las gracias. Era el campeón. George F. Kennan, inspirador de la política de la contención, no fue tan optimista. Kennan pronosticó en 1947 el hundimiento soviético, que, según dijo, estaba escrito en la propia naturaleza del sistema, basado en la coerción. Cuatro decenios después, la historia le dio la razón. Pero el diplomático estadounidense no se declaró satisfecho, al contrario de los que veían en Yeltsin un líder democrático y emprendedor, como Occidente manda. Por eso Kennan advirtió de que la guerra fría, con las prisas, la perdimos todos, aunque unos más que otros.
El momento de gloria de Yeltsin se registró a lomos de un tanque, en agosto de 1991, cuando Occidente le aplaudió como defensor de la democracia. Catorce meses después, sin embargo, Yeltsin volvió a echar mano de los tanques para acoquinar a sus oponentes, refugiados en el Parlamento.
Yeltsin dejó en herencia una economía de libre mercado muy particular. En 1992, un año después de la desaparición de la Unión Soviética, el presidente ruso comenzó un truculento proceso de privatizaciones en el que más de 140.000 empresas dejaron de ser estatales. Y la codicia, la recompensa política y las buenas relaciones con la familia Yeltsin marcaron el proceso. Era una experiencia nueva. Los soviéticos pasaron del feudalismo a la economía planificada; es decir, del huevo les hicieron una tortilla. Con Yeltsin, los rusos pasaron de la economía planificada al capitalismo; es decir, de la tortilla se les hizo un huevo, algo nunca visto.
Anatoli Chubais, entonces viceprimer ministro, hizo posible el aparente milagro, que fue vendido como una distribución equitativa de la riqueza estatal. El gobierno distribuyó entre los ciudadanos unos bonos, pero éstos fueron a parar a fondos que desaparecieron. Después, entre 1995 y 1996, se subastó la mayoría de las empresas petroleras, la base de la economía rusa, que fueron prácticamente regaladas a los empresarios entonces convertidos en el sector de los negocios del poder político. Y Yeltsin, apoyado por los nuevos oligarcas, fue reelegido presidente.
Cuando Vladimir Putin sucedió a Yeltsin la economía rusa estaba en manos de media docena de empresarios, entre ellos Roman Abramovich, dueño del Chelsea, y Boris Berezovsky, calificado en su día por Forbes de cabeza de la mafia rusa. Los ex socios de Yeltsin no sólo han cambiado el fútbol europeo, sino que uno de ellos, Berezovsky, quiere derrocar a Putin, ahora amo del huevo.
Artículo completo: LVG20070424- Hizo de la tortilla un huevo (Yeltsin)