XAVIER BATALLA
LUNES, 22 OCTUBRE 2001
DIARIO DEL CONFLICTO
En el despacho de Colin Powell, secretario de Estado norteamericano, cuelga un retrato de George C. Marshall, el general cuyo plan cambió el mundo hace cincuenta años, con una inscripción que dice así: “Si tienes el objetivo bien establecido, la estrategia la podrá trazar un teniente”.
Cuando los soviéticos invadieron Afganistán en 1979, sus dirigentes creyeron que todo iba a ser cuestión de semanas. Los soldados soviéticos, que fueron enviados para apuntalar a un aliado en el bajo vientre del imperio, permanecieron en el país durante un decenio, antes de emprender una humillante retirada. ¿Qué falló entonces: el objetivo o la estrategia? Las dos cosas.
Uno de los análisis más detallados de aquella guerra ha sido realizado por Lester Grau, teniente coronel norteamericano retirado y especialista en Rusia. En su estudio subraya cómo las fuerzas soviéticas eran muy superiores, en preparación y en tecnología, a las afganas. Pero tanto sus tanques como su artillería pesada se mostraron poco útiles en un terreno montañoso y frente a un enemigo guerrillero con gran movilidad. Los soviéticos no tardaron en controlar las principales ciudades afganas y los centros de comunicación, pero fueron derrotados en campo abierto.
¿Puede repetirse la historia cuando los norteamericanos ya han puesto un pie en suelo afgano? Nada, posiblemente, será igual. El Ejército soviético, según Lester Grau, estaba integrado por reclutas sin experiencia. Y la baja moral condujo a muchos de ellos a vender su armamento por dinero y droga. Además, estaban mal equipados, empezando por un camuflaje diseñado más para las llanuras europeas que para las montañas y desiertos de Afganistán. La mala intendencia, con pésimas raciones de alimentos y bajos niveles de higiene, hizo el resto, lo que se tradujo, entre otras cosas, en que las tres cuartas partes del destacamento soviético fueran víctimas de múltiples enfermedades. Es más, lo habitual era que las fuerzas afganas que combatían con los soviéticos desertaran. Nada, por tanto, permite establecer un paralelismo entre la operación antiterrorista de ahora y la invasión soviética de 1979.
Los norteamericanos, aconsejados por los rusos que perdieron la guerra, están convencidos de que evitarán los errores de entonces. Fuentes del antiguo mando soviético mantienen que el fracaso se debió a que Moscú no envío fuerzas suficientes. Las cifras, sin embargo, son reveladoras. Hasta un total de 620.000 soldados participaron en la guerra, aunque también es cierto que en suelo afgano nunca lucharon más de 100.000 soviéticos al mismo tiempo.
La guerra, declarada por Leonid Breznev pese a los recelos de Vitali Schlikov, antiguo responsable de la inteligencia militar, le costó a la Unión Soviética 15.000 soldados muertos y otros 50.000 heridos. Pero la factura fue más dura para Afganistán:1,3 millones de muertos, 2 millones de desplazados por el interior del país y 4,5 millones de refugiados en los países vecinos. Este inmenso agujero, ocupado poco después por los talibán, vuelve a necesitar un arquitecto.
Artículo completo: LVG20011022-La lección rusa