XAVIER BATALLA
DOMINGO, 5 SEPTIEMBRE 2010
La paradoja de Nixon
Beniamin Netanyahu, primer ministro de Israel, afirmó esta semana, antes de reanudar las negociaciones directas con los palestinos, que su partido, el Likud, es el único que puede sellar una paz duradera, basada en la creación de un Estado palestino, solución que no hace muy felices a sus compañeros de coalición. El dirigente israelí pareció evocar así la paradoja de Richard Nixon.
Los periodistas solemos utilizar la expresión Nixon va a China para referirnos a la paradoja protagonizada por el presidente que se atrevió a viajar a la China de Mao. ¿Una traición? No, su anticomunismo le evitó ser acusado de vendepatrias . El demócrata George McGovern no tuvo tanta fortuna. Fue triturado por Nixon en las elecciones presidenciales de 1972 porque dijo que estaba dispuesto a ir a Hanói para sellar la paz.
La paradoja de Nixon tiene muchas lecturas. En democracia suele ocurrir que cuando van mal las cosas económicamente ha sido la izquierda la encargada, dada su relación con los sindicatos, de apretar el cinturón al personal. Pero también acostumbra a pasar que la izquierda que hace la reforma acaba siendo acusada de traición por los suyos.
El caso de McGovern puede extrapolarse a otros escenarios. Por ejemplo, a Israel. Cuando los laboristas abrieron, hace dos decenios, un proceso de paz con los palestinos, el experimento acabó como el rosario de la aurora. Yitzhak Rabin, el primer ministro, fue asesinado, y su sucesor, Shimon Peres, del que se dijo que su madre era árabe, fue derrotado por Netanyahu en 1996. Es decir, lo que nos parece decir el viaje de Nixon a China es que la paz, si alguna vez tiene que llegar a Palestina, debe ser de la mano de la derecha y de la extrema derecha. O, si se quiere, de las manos más duras.
Esto es lo que pasó en el Ulster, donde la paz fue posible cuando los más duros de ambos bandos se dieron la mano. Pero Palestina no es el Ulster. En el Ulster, la paz fue posible porque Londres aceptó negociar con el Sinn Féin, el brazo político del IRA, grupo que decretó un alto el fuego a cambio del derecho a la autodeterminación del territorio. Pero Israel no quiere ni oír hablar de Hamas.
El caso de Nixon también puede resultar engañoso. Pensemos, por ejemplo, en nuestras querellas autonómicas. Si la paradoja de Nixon va a misa, ¿sería la prueba de que el único partido que puede dar satisfacción a los nacionalismos periféricos es el PP, habida cuenta de que el españolismo que proclama impediría que se le considerara entreguista?
En resumidas cuentas, la paz no será fácil. Primero, por la división palestina, que debilita a Mahmud Abas, el interlocutor de Israel; segundo, porque para Netanyahu viajar a Washington no es ir a Pekín, es decir, no es tan comprometido, y tercero, porque los amigos de coalición de Netanyahu acabarán llamándole traidor si consideran que acepta lo que se debería haber aceptado hace tiempo.
Artículo completo: LVG201009050081LB. La paradoja de Nixon. pdf