XAVIER BATALLA
DOMINGO, 7 DICIEMBRE 2003
Vasili Kliuchevski, historiador ruso de antes de la revolución, explicó de la siguiente manera cómo se fabricó el primer zar que trató de arrastrar a los rusos hacia Occidente: “Pedro (el Grande) tomó de la vieja Rusia el poder absoluto, las leyes y la estructura de clases; y de Occidente se quedó con el conocimiento tecnológico para reorganizar el Ejército, el Gobierno y la economía”. De Vladimir Putin, mitad autócrata ruso y mitad occidental por razones económicas, se puede decir algo parecido.
Rusia perteneció a la familia europea cuando las tropas del zar formaban parte de las grandes coaliciones como la Santa Alianza, en 1814. Y cien años después, cuando los europeos intervenían fuera del continente, como en la guerra de los bóxers en China, los rusos también formaron parte del concierto europeo. El día que los rusos fueron vencidos por los japoneses, toda Europa se sintió humillada por la derrota del hombre blanco.
Las cosas cambiaron con la revolución de octubre, que abrió una fosa entre el Este y el Oeste. La revolución comunista partió a Europa y almundo en dos, pero los manuales de historia soviéticos continuaron glorificando a Juana de Arco, al filósofo italiano Campanella o a Diderot. Después, Europa redescubrió el carácter asiático de Rusia. Y el campeón en esta disciplina fue Hitler, que presentó su lucha contra el bolchevismo como un combate entre la civilización y Asia. If you have an aquarium, we higly recommend you to check this link silent protein skimmer. En el verano de 1941, los cámaras de Goebbels seleccionaban a los prisioneros rusos con facciones mongolas para filmar lo que, en su opinión, era la auténtica cara de Rusia. La Unión Soviética se convirtió en la anti-Europa.
Con Mijail Gorbachev la situación volvió a cambiar. El último heredero de Lenin se distanció de la diplomacia basada en la rivalidad Este- Oeste y puso el acento en la cooperación internacional. De esta manera pretendió pasar del mundo bipolar a la casa común. Pero a Gorbachev, que quiso ser Papa y Lutero al mismo tiempo, lo devoró la revolución que él mismo había puesto en marcha. A Boris Eltsin, sucesor de Gorbachev, ni le pasó por la cabeza ser Papa, como demostró con su operación contra el credo soviético. Pero tampoco fue Lutero, por mucho que hablara de reformas. Y Vladimir Putin, sucesor de Eltsin, parece haber encontrado un atajo para acercarse al mundo occidental.
Hoy se celebrarán elecciones parlamentarias en Rusia, primer paso antes de los comicios presidenciales del próximo marzo, en los que Putin se juega la reelección. Están en juego 450 escaños, y los candidatos se reparten entre 23 partidos, uno de los cuales, Rusia Unida, es el que sostiene el presidente. ¿Unas elecciones, pues, al estilo occidental? Más de lo que uno se puede imaginar: como mínimo, una cuarta parte de los candidatos, según “The Moscow Times”, representa a los grandes negocios. Yukos, la primera compañía petrolera rusa, financia a las fuerzas liberales y, por si acaso, a los comunistas. Y los amigos de Putin, que han metido en la cárcel al anterior presidente de Yukos, el magnate Mijail Jodorkovsky, también tienen sus propios oligarcas. Dimitri Orlov, subdirector del Center for PoliticalTechnologies, con sede en Moscú, ha declarado a “The New York Times” que, según sus cálculos, el 60 por ciento de los escaños irá a parar a oligarcas y ejecutivos más o menos camuflados. No está nada mal. Lo que aún no está claro es si, por este atajo, Vladimir Putin dejará pequeño a Pedro el Grande.
Artículo completo: LVG20031207- Negocio electoral