XAVIER BATALLA MIÉRCOLES,
9 OCTUBRE 2002
DIARIO DEL CONFLICTO
George W. Bush no es Jano, el dios romano que tenía dos caras, pero en su discurso del pasado lunes, pronunciado en Ohio, lejos de la Casa Blanca, para no alimentar las especulaciones sobre una próxima declaración de guerra contra Iraq, ofreció una imagen un tanto diferente a la que nos tiene acostumbrados. El presidente unilateralista y agresivo del 11 de septiembre se mostró multilateralista –dispuesto a encabezar una coalición multinacional– y más prudente. “La guerra no es inminente ni inevitable”, dijo. Bush, con metáforas simples y continuas referencias a la maldad de Saddam, se dirigió en Ohio a los estadounidenses, cuyo apoyo a la guerra parece estar debilitándose. Hace un año, con el World Trade Center aún humeante, tres de cada cuatro estadounidenses estaban por darle el mamporro decisivo al dictador de Bagdad. Ahora, partidarios y adversarios de desencadenar la guerra están más igualados. Bush, por lo tanto, necesita tiempo. “Para bien o para mal, Bush ha cambiado la discusión política; hace unos meses, la agenda era diferente, dominada por la corrupción empresarial y el enfriamiento económico, pero, de repente, se empezó a hablar sólo de Iraq”, ha afirmado el historiador Robert Dallek. Todd S. Purdum, periodista de “The New York Times”, ha Escrito ahora que el resultado de los sondeos sugieren que la opinión pública considera que el presidente debería prestar más atención a la economía. Bush, sin embargo, no sólo tiene que convencer a la opinión pública estadounidense antes de empezar la guerra. También tiene que convencer al Congreso, aunque éste se muestra mucho más dispuesto. Esta semana los legisladores deberán pronunciarse, como ha afirmado Bush, sobre una resolución que “autorice el uso de la fuerza, si es necesario, para que el dictador cumpla las resoluciones de la ONU”. Pero Bush, que ahora no hace ascos a la posibilidad de ir a la guerra acompañado, también necesita más tiempo para vencer la resistencia de algunos aliados, Rusia entre otros. El caso de Rusia es una de las claves de la vía multilateral. El presidente ruso, Vladimir Putin, tiene razones para no secundar inequívocamente los planes estadounidenses, como ya demostró la ex Unión Soviética en la guerra del Golfo. Pero uno de estos motivos es clarificador por sí solo: el petróleo. Lukoil, la compañía petrolera rusa más global, firmó en 1997 un acuerdo con Bagdad para extraer 5.000 millones de barriles de petróleo de un yacimiento en Qurna occidental. Cinco años después, la empresa rusa no ha podido extraer ni una sola gota a causa de las sanciones de la ONU. Y Lukoil teme ahora que, en el caso de que Saddam sea depuesto, su acuerdo, valorado en unos 20.000 millones de dólares, podría convertirse en papel mojado. Los zares del petróleo ruso han pedido a Putin que Bush dé garantías de que el contrato firmado prevalecerá, mande quién mande en Bagdad en el futuro. Si fuera así, si Washington respetara el acuerdo a cambio del respaldo de Putin, Lukoil también será uno de los ganadores. El cambio de opinión anunciado ayer por Moscú, que ya no se opone a aprobar una nueva resolución de la ONU, tal y como pide Washington, parece sugerir que habrá pastel para todos. Artículo completo: LVG20021009- Pastel para todos