XAVIER BATALLA
DOMINGO, 21 NOVIEMBRE 1999
Serbeia es eslava; Rusia, también. Serbia ha practicado su última limpieza étnica en Kosovo, la provincia de mayoría musulmana que considera un simple asunto interno; y Rusia también ha limpiado lo suyo en el Cáucaso, donde contempla a Chechenia, república de mayoría musulmana, corno otro asunto interno. Pero Rusia, a ojos de Occidente, no es Serbia. La razón es simple: nadie está dispuesto a arriesgarse a una guerra con una potencia nuclear por muy brutal que se comporte con los que considera sus propios ciudadanos, aunque sean de segunda.
Hasta aquí lo que recomienda el realismo político. Pero, por mucho realismo que se le eche al asunto, las relaciones entre Rusia y Occidente no atraviesan un buen momento, pese a los dineros occidentales invertidos para ganar amigos en la zona. Y la historia tiene algo que decir al respecto.
La historia rusa del siglo XX es la crónica de un continuo avance y retroceso en el mapa europeo, como corresponde a las obsesiones de Moscú por su integridad territorial. Después de 1945, Moscú, con sus conquistas territoriales, anuló la derrota de 1917, y los soviéticos recuperaron las posiciones abandonadas por los Romanov.
Las repúblicas bálticas y Besarabia regresaron al redil; el tratado de paz con Finlandia permitió a Moscú volver a 1917,y la presunta generosidad con Polonia se vio ampliamente recompensada en Prusia oriental, Bukovina y los Cárpatos. En resumen, la superficie conquistada por Rusia entre 1945 y 1947 fue prácticamente la misma que perdió entre 1917 y 1921. Pero hubo más. La nueva esfera de influencia soviética en la Europa de la guerra fría coincidió con el mapa que la Rusia zarista dibujó mientras esperaba la derrota de las potencias centrales en la gran guerra.
Una vez enterrada la guerra fría, Rusia ha vuelto a retroceder. Su esfera de influencia en Europa ha desaparecido o ya forma parte de la OTAN, ahora ampliada hasta las mismas puertas rusas. Las repúblicas bálticas van por libre. El Cáucaso, antes soviético, está partido en dos. con un pie en una zona de nadie y otro en Rusia. Y a las repúblicas ex soviéticas de Asia central, islámicas o con petróleo, les están tirando los tejos los intereses occidentales.
Boris Eltsin ha interpretado corno un éxito el reconocimiento de la integridad territorial rusa, a propósito del desigual conflicto de Chechenia, por parte de la Organización sobre Seguridad y Cooperación en Europa. Está obligado a hacerlo, toda vez que los militares rusos están que trinan. Pero Rusia ha vuelto a retroceder en el mapa con la firma, a instancias norteamericanas, del acuerdo por el que Turquía, Azerbaiján y Georgia construirán un oleoducto para transportar petróleo desde el Caspio hasta los mercados internacionales sin tocar suelo ruso.
Artículo completo: LVG19991121-Rusia pierde en los mapas