LA NUEVA AGENDA
XAVIER BATALLA
SÁBADO, 13 SEPTIEMBRE 2008
La debilidad del fuerte
En Oriente Medio nada parece imposible, excepto la paz. Los israelíes, que históricamente han rechazado un Estado palestino, parecen resignados ahora a aceptar la existencia de dos estados. Y los palestinos, después de reclamar durante decenios un Estado palestino, sugieren que, tal como están las cosas sobre el terreno, preferirían un solo Estado pero binacional. Ahmed Qurei, negociador jefe palestino, afirmó el pasado agosto, según Internacional Herald Tribune , que si Israel rechaza un Estado palestino sin recortes, entonces se inclinarán por un Estado binacional. ¿Un farol palestino que pretende acelerar las negociaciones? Hay algo más.
La estrategia israelí ha cambiado. El giro comenzó cuando Ariel Sharon, en coma desde enero del 2006, ordenó la retirada de Gaza. El entonces primer ministro provocó una revuelta entre los miembros del Likud opuestos a ceder un milímetro de Gaza y Cisjordania, territorios ocupados desde la guerra de 1967. Y la rebelión hizo que Sharon abandonara el Likud y fundara otro partido, Kadima, para hacerse de centro.
El conflicto de 1967 dividió a los israelíes. Por un lado, los partidarios de retener toda la tierra posible del Israel bíblico, por lo que consideraron que Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este no deberían ser devueltos. Este grupo, que coincidía con los nacionalistas del Likud y los ultrarreligiosos, se conoció como la escuela territorial. Y la escuela sociológica, identificada con el Partido Laborista y otros sectores laicos, consideró que los territorios deberían ser negociables, entre otras cosas para salvaguardar la naturaleza hebrea del Estado de Israel.
En la escuela territorial abundan quienes creen que la victoria de 1967 fue la señal sobre la segunda llegada del Mesías, que suponen se acelerará una vez controlados todos los territorios del Israel bíblico. La escuela sociológica evolucionó hasta convencerse de que la salida está en la separación de los dos pueblos. Pero ¿por qué la separación sería tan decisiva? Porque si Cisjordania, con sus dos millones de palestinos, no fuera devuelta, aunque fuera parcialmente, serían posibles dos escenarios a cuál peor: o habría que dar derechos políticos a los palestinos o habría que negárselos. Si sucediera lo primero, Israel, con un 40% de árabes, ya no sería el sueño sionista, sino una tierra con dos pueblos. Pero si ocurriera lo segundo, Israel sería la Sudáfrica del apartheid.
Sharon tardó pero al final entendió el problema. Y sus sucesores también han llegado a la conclusión de que la ocupación de Cisjordania ya no beneficia a Israel, y no sólo porque la naturaleza judía de Israel estaría amenazada. También hay consideraciones de carácter militar. Durante la mayor parte de la historia de Israel, la amenaza ha procedido de una guerra convencional con los estados árabes. Por eso el control de Cisjordania, por donde podían atacar tropas jordanas, iraquíes y sirias, tenía un gran valor. Este concepto estratégico se demostró válido durante años, pero a partir de 1987, con la primera intifada palestina, la situación ha cambiado.
Hizbulah y Hamas, que no son fuerzas estatales, han cambiado la ecuación de la seguridad. En la guerra de Líbano del 2006, Israel recibió más cohetes katiushas y misiles que Gran Bretaña en la Segunda Guerra Mundial. Fue una guerra asimétrica, como dice Shlomo ben Ami, exministro de Asuntos Exteriores israelí, en la que no se dio la batalla concluyente que ha existido en toda guerra desde Aníbal. Y este cambio también explica la tregua entre Israel y Hamas –es decir, el enemigo en casa– anunciada el pasado junio. Los israelíes no quieren otra guerra asimétrica, cuya lógica pone de manifiesto la debilidad del fuerte.
Tzipi Livni, favorita para suceder al primer ministro Ehud Olmert, ha aceptado la solución de dos estados. “Para seguir siendo un Estado judío y democrático, tenemos que devolver parte del territorio”, ha declarado. Y ahí está el problema. Bush anunció en Annapolis, en noviembre pasado, que antes de que acabe este año habrá un acuerdo. Pero el tiempo se agota. Y dirigentes de la Autoridad Palestina ya han advertido que si el acuerdo no recoge sus demandas –un Estado con capital en Jerusalén Este, sin recortes territoriales y sin asentamientos judíos–, entonces se inclinarán por un solo Estado binacional, solución que en tiempos remotos defendían los palestinos pero que a los israelíes les suena a la tercera destrucción del templo. Ilan Pappé, historiador israelí, ha escrito que la fórmula de dos estados es cínica: para el ocupante y despojador, el 80%; para el ocupado y despojado, el 20% en el caso más utópico y, en el más realista, un 10% dividido y diseminado.
Artículo completo: LVG20080913 La debilidad del fuerte