XAVIER BATALLA
DOMINGO, 8 NOVIEMBRE 2009
No es que Occidente viviera mejor contra Brezhnev, pero la fiesta de la libertad que comenzó con la caída del muro de Berlín no ha sido tan divertida como nos la prometieron. El hundimiento del Muro, el 9 de noviembre de 1989, y la desaparición de la Unión Soviética, en 1991, pusieron fin a la guerra civil europea del siglo XX y dejaron a Estados Unidos como única superpotencia, lo que cambió el mundo de arriba abajo. Pero el mundo, desde el final de la guerra fría, se ha calentado, y no sólo por el cambio climático. El 11 de septiembre y dos conflictos, Iraq y Afganistán, siguen dominando este principio de siglo, en el que el terrorismo, la amenaza de la proliferación nuclear, la crisis económica y el crimen organizado completan el gran desorden internacional.
El mundo, hasta 1989 dividido en dos bloques antagónicos, ha visto extenderse el sistema democrático, pero también ha conocido nuevas divisiones o, para ser más exactos, ha recuperado las viejas divisiones nacionalistas y religiosas. Internet y los ordenadores personales han acelerado la historia, pero esta no ha llegado a su final. Y las globalizaciones de la economía, el transporte y la información han achicado el mundo, pero no han convencido a todos.
En Asia se ha gestado, globalización mediante, el acontecimiento económico de nuestra era: el ascenso de China e India, las superpotencias demográficas. Pero el ascenso de China también representa el desafío de una alternativa no democrática al capitalismo liberal. La Unión Soviética fue derrotada en Afganistán, pero la región es ahora uno de los epicentros del islam político y del terrorismo apocalíptico. En América Latina, las desigualdades sociales y la marginación de los indígenas han alimentado otro populismo. La Unión Europea, que se las prometía muy felices con la caída del Muro, ha visto configurarse un nuevo escenario a su alrededor: por el oeste, Estados Unidos, que la empequeñece política y militarmente; por el extremo oriente, China, cuya competencia agrava los achaques de su economía y de su Estado de bienestar; por el este, Rusia, que plantea el dilema de qué hacer con el vecino que tiene la llave energética; y por el sur, los inmigrantes, que alimentan la xenofobia. Y, como colofón, la crisis financiera internacional y la recesión económica, que confirman el fracaso, tan sonoro como la caída del Muro, de la doctrina económica ultraliberal.
Robert Kaplan, que es realista pero no un nostálgico de la guerra fría, ha escrito ahora que “la piratería es el efecto dominó en el mar de la anarquía en la tierra” . Y ha añadido: “Sin la Unión Soviética y sin sus estados clientes en África, y mientras la influencia estadounidense en el tercer mundo atraviesa un bache, ha aparecido la guerra irregular tanto en tierra como en el mar, y probablemente se quedará con nosotros hasta que emerjan nuevos imperios”.
Artículo completo: LVG20091108-Mundo caliente