Religión o historia
La Nueva Agenda
7-05-2005
De algunas interpretaciones sobre el porqué del terrorismo islámico hay que desconfiar como Juan Pablo II hacía de los tiempos modernos.Pero cuando todas las fuentes de inspiración se secan, entonces solo cabe la posibilidad de mirar lo que tenemos delante de las narices, por lo que la interpretación, además de necesaria, resulta inevitable. Las interpretaciones que han tenido más fortuna hasta ahora cabe distribuirlas básicamente en tres cestas distintas.La interpretación religiosa o cultural es la defendida por Samuel Huntington, autor del célebre Choque de civilizaciones (Paidós, 1998), y Bernard Lewis, profesor de la Universidad de Princeton. Los dos coinciden en afirmar que la religión dirige la cultura y la política islamistas, por lo que la motivación de la violencia estaría, según su punto de vista, en el fundamentalismo. Esta tesis está avalada por el prestigio de Lewis, uno de los grandes estudiosos de Oriente Medio y autor de una veintena de libros, entre ellos Los árabes en la historia (Edhasa, 1996), que es una introducción imprescindible. Sus investigaciones en fuentes árabes, turcas, persas y hebreas son reconocidas internacionalmente.
Lewis, nacido en Londres y de origen judío, fue el primero en referirse al choque de civilizaciones, concepto que Huntington tomó prestado y lo popularizó. Lewis escribió en 1990 que la ira de los árabes hacia Occidente “es un choque de civilizaciones”. Y después del 11 de septiembre se puso las botas con un best seller, What went wrong?(The Atlantic monthly, 2002), que lo catapultó. A Lewis se le considera un mentor de los neoconservadores, cosa que le incomoda, pero no oculta que abogó por la guerra de Iraq como primer paso hacia la transformación democrática de Oriente Medio. “La doctrina Lewis se ha convertido en la doctrina de Washington”, escribió The Wall Street Journal en febrero del año pasado. La parte más controvertida de la interpretación de Lewis no es, sin embargo, la posibilidad de que haya sido la fuente de inspiración de los neoconservadores, que también. La cuestión es que circunscribe la violencia del enemigo a su religión y cultura, lo que tiene una gran recompensa: absuelve a Occidente de toda responsabilidad.
Oliver Roy, autor de Globalized islam: the search for a new ummah (Columbia University Press, 2004), no comparte la interpretación cultural, porque considera que lo más importante no es lo que diga el Corán, sino lo que los musulmanes dicen sobre el Corán. Por eso, para Roy, el discurso del islam político es producto de muchas fuerzas, no sólo del origen religioso, que se ha dividido entre los islamistas de los países musulmanes y los islamistas de la diáspora en Occidente. ¿Por qué en Occidente? Para Roy, porque la violencia de Al Qaeda está inspirada en la política, no en la religión. “Al Qaeda no ha atentado contra la basílica de San Pedro, sino contra las Torres Gemelas y el Pentágono”, ha escrito.
Gilles Kepel prefiere buscar la explicación al terrorismo islamista en la historia. Y, para hacerlo, traza dos líneas radicalmente distintas del pensamiento islámico: la ultraestricta del salafismo o wahabista (Arabia Saudí) y la política de la Hermandad Musulmana. Estas dos líneas inicialmente paralelas se unieron después en una ideología híbrida que ahora, según Kepel, se identifica con Ossama Bin Laden. La Hermandad Musulmana, perseguida en el Egipto de Nasser, se refugió en Arabia Saudí, donde pasó a controlar la vida intelectual y remodeló la vida religiosa y política del país después del desafío que significó la revolució chií en el Irán de Jomeiny (1979).
Kepel ha traducido en The war for muslims minds: islam and the west (Cambridge, 2004) parte del libro del egipcio Ayman al-Zawahiri, mano derecha de Bin Laden, que es considerado como el manifesto de la Jihad global (Knights under the profet’s banner). Y Kepel concluye que el islam jihadista es una consecuencia histórica de las intervenciones occidentales y del apoyo que la Administración Reagan prestó en la guerra de Afganistán al wahabismo, que en la década de 1980 fue elevado a la categoría de teología de la liberación para expulsar a los soviéticos. La jihad se hizo entonces global porque al-Zawahiri propuso cambiar el objetivo del “enemigo próximo” (mundo árabe) por el “enemigo lejano” (Occidente). Y a aquellos que podían dudar ante la utilización de la violencia, al-Zawahiri explica que el terrorismo es legítimo contra gobiernos y poblaciones occidentales porque “solo conocen el lenguaje del egoísmo apoyado por la fuerza militar”. Es decir, parece que el terrorista prefiere la interpretación histórica.