XAVIER BATALLA
DOMINGO, 1 MARZO 2009
Norman Foster tendrá que esperar para construir en Moscú el rascacielos que tenía que ser el más alto del mundo. La producción industrial rusa cayó un 20% en enero. La bolsa de Moscú ha retrocedido un 70% desde el verano. El rublo ha perdido la tercera parte de su valor. Las fortunas de más de cien oligarcas se han reducido a lamitad. Y el dólar vuelve a ser la moneda refugio. En resumen, la mano económica de Putin (el capitalismo de Estado) sigue siendo visible, pero la combinación de la crisis financiera global con la pronunciada caída de los precios del petróleo ha dinamitado la imagen de Rusia como petrosuperpotencia.
Estadounidenses y europeos temen que una Rusia debilitada en el interior se vea tentada de echar el resto en el exterior. La Unión Europea y Rusia están conectadas por una red de oleoductos y gasoductos de la que dependen los comunitarios. Pero europeos y rusos están separados, como si el antiguo telón de acero simplemente se hubiera desplazado hacia el este. Y Moscú desconfía de Washington porque considera que la expansión de la OTAN y la proyectada instalación de un escudo antimisiles en Polonia y la República Checa son una amenaza para la antigua esfera de influencia soviética, desde Bielorrusia hasta Asia Central, pasando por Ucrania y Georgia.
Los europeos acusan a Vladimir Putin, el primer ministro de Rusia más poderoso que haya existido jamás, de utilizar los instrumentos soviéticos de dominación sobre sus vecinos, como ocurre con el petróleo y el gas. Y la Rusia de Putin responde que se considera humillada desde su derrota en la guerra fría y que no está a gusto con las reglas del juego internacionales, que, de hecho, son occidentales. Esto es lo que explica su reciente y brutal intervención en Georgia. Pero Rusia, que es interdependiente en economía, también le da a Occidente una de cal y otra de arena. Es el caso de Afganistán. En Afganistán no se sabe bien si Putin sube o baja. Algunas señales indican que Rusia esperaría que la OTAN tenga éxito. Por ejemplo, Moscú ha autorizado a la coalición encabezada por Estados Unidos a utilizar su suelo para transportar material no letal hasta Afganistán. Pero otras señales indican que Putin preferiría el fracaso o el estancamiento de la OTAN. Por ejemplo, la otra mano de Putin, la política, ha sido decisiva en el cierre de la base estadounidense de Kirguistán, una ex república soviética, cuya situación es estratégica para las tropas occidentales destacadas en Afganistán.
El desafío para estadounidenses y europeos, como ha escrito Strobe Talbott, presidente de la Brokings Institution, es moveraMoscú hacia la interdependencia política global. Después de todo, Moscú también tiene mucho que perder si las cosas empeoran en Afganistán, que hace tres decenios invadió para evitar el contagio islamista en el bajo vientre del imperio soviético. Ahora bien, en cuanto a las esferas de influencia ocurre lo que con las meigas: no hay que creer en ellas, pero haberlas, haylas, al menos para la Rusia de Putin.
Artículo completo: La mano visible, texto